Como se mencionó anteriormente, un autoclave es igual a una olla a presión. La diferencia es que la acción del
autoclave es más grave.
Los instrumentos a esterilizar se almacenan en la cámara situada en el interior del autoclave. Tan pronto como se enciende el autoclave, se envía una densa nube de vapor a la cámara. En este punto, la presión y la temperatura comienzan a aumentar. Normalmente, la mayoría de los autoclaves querrán mantener una temperatura de aproximadamente 120 °C (aproximadamente 250 °F).
El dispositivo también incluye una serie de válvulas y tuberías para permitir que el vapor ingrese a la cámara y dirija el aire contaminado a la salida. Además, no es necesario aplicar una combinación específica de 120°C y 15 minutos. Se utilizan diferentes combinaciones según el material interior.
Por ejemplo, se sabe que los autoclaves aplican una temperatura de 134-138°C durante 3 minutos. De manera similar, también se pueden usar otras combinaciones adecuadas.
Estas condiciones se mantienen durante unos 15 minutos, lo que es suficiente para matar todos los microorganismos y todas las esporas. El proceso destruye el interior del microbio y efectivamente pone fin a su existencia. Pasado el tiempo necesario, se retira el vapor y se reduce progresivamente la presión.
El proceso se basa en desplazar el aire contaminado de la cámara con vapor saturado y obligar a ese vapor a persistir, de modo que un tiempo de exposición prolongado asegure una esterilidad efectiva. Es importante tener en cuenta que el vapor no está demasiado caliente ni contiene más del 5% de humedad.